Cada uno de nosotros somos responsables de nuestra actividad. Tenemos que asumir este reto en un mundo complicado.
No son muchas las personas que logran la Felicidad Plena.
Felices podemos ser todos si sabemos que la felicidad son esos pequeños momentos en los que nos sentimos bien con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Y, sobre todo, cuando nos encontremos bien tener la voluntad de identificar el momento dándole la misma importancia que a sentirnos mal.
Economistas han asociado algunos parámetros de la economía clásica con los de la psicología del bienestar y concluyen que necesitamos un mínimo nivel económico para tener las necesidades básicas cubiertas, pero una vez pasada esa barrera todo el esfuerzo que nos supone tener más dinero no se traduce en un aumento proporcional de la felicidad o bienestar, sino al contrario.
Como seres vivos todos terminamos muriéndonos y esto nos produce incertidumbre y angustia porque no sabemos ni cuándo, ni cómo, ni qué hay después. Una vez interiorizado el hecho de que moriremos, podemos empezar a aprovechar al máximo todo el tiempo que hay entre el presente y el día en que ocurra, y cuando sabemos sacar el máximo jugo a todos esos pedacitos de vida entre medias tenemos más papeletas para ser felices.
Hay una tendencia al pesimismo natural que podría ser explicada por distintas causas. Una es que la vida no es algo constante y que significa también muerte, y, en general, es contraste. El cerebro, con su capacidad de recuerdo, nos señala que no somos permanentes, que estamos bien ahora y luego ya no lo estaremos; y si no tenemos asumido que la vida es cambio constante y que no hay bienestar que cien años dure, tendemos a colgarnos del recuerdo, que es melancolía.
Tres claves para optimizar la vida:
Vivir el momento presente en toda su plenitud, buscar las cosas que realmente tienen valor y ser conscientes de que la felicidad no es algo que se compra, sino un pequeño momento de bienestar que llega, y que hay que saborear porque se va.
Y suerte de estos altibajos porque el cerebro funciona por contrastes igual que los sentidos. Os aseguro que si llegáramos a una felicidad eterna y monótona, acabaríamos hartos.
Gracias Doctor Figueras