08/07/2013

Hollywoodienses



Soñamos con los cuentos de hadas, con la media naranja impuesta por la industria cultural. Buscamos sin parar ese amor romántico, pero en la era capitalista nos hemos vuelto inconformistas, hasta el punto de consumir (y no construir) relaciones.

Tenemos más oportunidades afectivas que nuestros antepasados y hemos multiplicado por mil la creencia en la posibilidad de poder encontrar siempre a alguien mejor. Vivimos en otros tiempos, ya no creemos en el matrimonio de conveniencia y los cambios sociales nos han vuelto cada vez más inconformistas. Ha cambiado la mentalidad con la que elegimos de quien nos enamoramos, ahora somos bastante más racionales. Eso nos lleva a andar buscando continuamente el amor verdadero, ese ideal romántico que nos muestran las películas y los libros, adaptándonos durante ese proceso de búsqueda a las políticas de consumo marcadas por el capitalismo.

Al principio no nos enamoramos de lo que el otro es, sino de lo que nosotros creemos e imaginamos que es, pero pronto la realidad nos revela datos y es ahí cuando hay que decidir si el balance entre lo imaginado y lo real es positivo, si sale a cuenta estar con esa persona.

Tratamos de encontrar a nuestra alma gemela bajo la premisa del "busque, compare y, si encuentra algo mejor, compre", desechando todo aquello que no nos llegue a convencer, aunque sea sólo por un mínimo detalle. Como consumidores deseamos una cosa, pero cuando ya la tenemos nos olvidamos, algo parecido pasa ahora con el amor.

Consumimos relaciones igual que consumimos productos. Y es que la idea del matrimonio, del "hasta que la muerte nos separe", deviene inasumible en una sociedad marcada por el eterno presente y por la costumbre del usar y tirar a la que nos ha arrastrado el capitalismo. Ahora el amor es líquido, las relaciones son fluidas y es más difícil crear lazos duraderos, se cambia más de pareja y las personas se comprometen menos. Las relaciones del siglo XXI están marcadas por la fugacidad, la superficialidad y por la fragilidad de los vínculos afectivos.

Es fácil creer que el amor acaba en el momento en el que aparecen nuevos ingredientes en la relación o surgen cambios novedosos, pero en realidad lo que nos cuesta es asumir que la pareja se transforma. La pareja es un organismo vivo en continua evolución, es imposible que el enamoramiento inicial dure eternamente. Ese periodo que vivimos cuando nos enamoramos, y en el que idealizamos al otro proyectando en él nuestros deseos y necesidades, acaba tarde o temprano.

A más libertad y mayor posibilidad de elección, más individualismo. Ahora somos más egocéntricos e inconformistas de lo que fueron nuestros antepasados. El ego está muy ligado a la libertad, y ahora al tener más libertad tenemos mucha más incertidumbre. Un siglo atrás, pocas opciones existían, o te casabas pronto, o te metías a monja, o te desesperabas mucho hasta asumir tu soltería o optabas por la opción de la prostitución... Ahora puedes estar soltero sin que nadie te mire mal, ser prostituta estando casada, tener hijos por aquí y por allá... Hay mil opciones de vida.

Buscamos desesperadamente sin saber lo que buscamos y eso, en ocasiones, nos hace infelices. Antes uno sabía lo que tenía que hacer: casarse, tener hijos... Ahora hay muchas opciones, por lo que muchas personas andan desorientadas.

Nos aferramos al amor romántico como si se tratara de una nueva religión, creyendo que encontrar al amor verdadero es nuestra salvación y que sólo tropezando con nuestra media naranja podremos dar sentido a nuestras vidas. Pero como casi siempre, la realidad supera a la ficción.

Besos y Abrazos

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