"Los cambios llevan
implícitos la toma de decisiones, aunque nos mantenemos eligiendo lo que
pensamos y hacemos a cada instante, un cambio es un giro en la dirección, una
vuelta de tuerca como dicen algunos, es tomar un camino distinto.
Es curioso
que mientras estamos dentro de alguna tormenta anhelamos y deseamos
escapar, y libramos una lucha con todas las fuerzas para salir. Pero si la
tormenta dura demasiado, llegamos a aprender a vivir con ella, nos colocamos en
el centro y en lugar de terminar de escapar nos habituamos, y la aceptamos como
forma de vida, como motor incluso para aprender lo que esa experiencia
dolorosamente nos brinda.
Sin embargo, puede
ser que sin buscarlo, una vez que habíamos aprendido a vivir así, la
tormenta un buen día cese, por si misma, y el cielo se abra y
diga: Adelante, eres libre! Anda…!
Me pregunto, ¿qué
sucede en ese preciso instante? Por qué ese momento tan anhelado a
algunos paraliza, sin saber a donde ir, o qué hacer? Pues desaparecen muchos
motivos…
Muchas conductas que
surgían como respuesta al problema ya no tienen su razón de ser. Es
el caso de muchas personas que pierden su estilo de vida como
consecuencia de un cambio inesperado, aun cuando el cambio sea “bueno”. Yo me
pregunto, ¿es que acaso algunos somos seres de costumbres?, llegamos
a apegarnos intensamente incluso de aquello que sabíamos muy bien, no era
bueno?
Los cambios
pueden implicar crisis, aunque en ocasiones sean justificados, pueden
llevar un alto precio.
Como seres humanos
muchas veces nos dominan los sentimientos, y ser racional implica
un gran esfuerzo, la capacidad de discernir tiene un gran valor. Discernir
y entender lo positivo de una nueva situación.
Aun cuando el cielo
yace abierto muchas veces seguimos buscando atrás los pasos, nos
devolvemos para buscar los motivos que hicieron que algo acabara, o
cambiara de pronto. Y tenemos dos alas y no sabemos volar, pues
olvidamos en el proceso como hacerlo. Surge de pronto la idea loca
de perderse otra vez en la tormenta que alimentaba aquellas
ansias, aunque suene absurdo, tienen la calidez de lo conocido, lo
seguro.
Las costumbres de la
vida diaria nos dan seguridad, pero cabe destacar que la brecha entre
lo positivo y lo dañino se puede perder en este espejismo de
seguridad de lo cotidiano.
Arriesgarse a
cambiar, a dar un giro a la vida, resultará una buena elección sobre todo si es
necesario. Como consuelo nos queda que mientras el animal de
costumbres divaga en su nueva situación, otra costumbre lo tendrá,
una que calmará ese abismo abierto que el fin de la tormenta dejó…"